Jack Taylor, un detective poco recomendable

Un ex policí­a irlandés al que han expulsado del cuerpo por alcohólico, Jack Taylor, arrastra sus miserias y malestar vital por los pubs de Galway, en la costa occidental irlandesa. Asiduo al infierno de las borracheras, consigue recuperarse pero vuelve a recaer y no cesa de causar problemas a sí­ mismo y a los demás.

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En una ocasión llega a admitir algo terrible:

«Te das cuenta de lo mal que estás cuando el dueño de un bar se alegra de que no bebas».

Tal es el personaje creado por Ken Bruen en «Maderos» (The Guards, 2001), un antihéroe lúcido y cí­nico, especialmente consigo mismo, que renueva distintos aspectos de la novela negra.

Entre tragos de whisky y espumosas pintas de Guiness, Taylor ejerce como detective privado a su manera, con la ilusión de enderezar su vida dejando atrás el alcohol y otros problemas; incluso vislumbra la posibilidad de llegar a ser amado por una mujer.

Sin embargo para alguien con el fatalismo a cuestas no es fácil empezar de nuevo y más cuando el desarrollo de las investigaciones le zarandea entre los pliegues de un mundo sórdido.

Maderos es todo un estacazo literario, una excelente novela escrita en primera persona -como mandan los cánones del género negro- de estilo directo, mitad jocoso y mitad brutal, disparando continuas frases cortantes.

La historia puede considerarse «sucia» aunque no pasa mucho sin que conste un toque poético por parte de Jack, quien esconde una gran afición por la lectura y las citas literarias definitivas.

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Los personajes, sacudidos por asuntos turbios, son descritos con rápida precisión. Como perfecto perdedor, nuestro protagonista es inestable, cí­nico, rebosante de sueños rotos, incapaz de hacer realidad sus pocas esperanzas. El entorno puede, las adicciones se quedan.

La imagen de Irlanda que entrega Bruen a través de la ciudad de Galway resulta áspera bajo la palpable frustración de mucha gente, a fin de cuentas un lugar identificable con tantos rincones oscuros como cualquier ciudad del mundo.

La pluma deja bastantes personajes cotidianos, unas veces violentos y otras en cambio llenos de ternura.

En Maderos (o en «La matanza de los gitanos», en la misma lí­nea) no hay ruido de tiroteos ni persecuciones. Ni tan siquiera la investigación es brillante. Hay en cambio borracheras, resacas y golpes que duelen con sólo leer su descripción. Las personas nunca salen triunfantes. Las respuestas permanecen en el aire.

Ken Bruen, nacido precisamente en Galway en 1951, es doctor en metafí­sica y durante muchos años se ganó la vida como profesor de inglés en Africa, Japón, Sudeste asiático y América del Sur. Ha escrito más de veinte novelas y obtenido distintos premios. Entre ellas destacan la serie R&B (que protagonizan los policí­as Roberts y Brant) y la serie de Jack Taylor, cuyos primeros tí­tulos, «Maderos» y «La matanza de los gitanos», recibieron el aplauso de la crí­tica.

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Cualquiera de sus libros puede servir de crónica de los cambios sociales que ha experimentado Irlanda desde los años 90: la prosperidad económica que generó, junto al materialismo, nuevas y profundas desigualdades y la bajeza de quienes se han visto arrastrados por todo ello. En muchos sentidos me recuerda al caso español.

Adiós a un libro de menos de 300 páginas que voló ante mis ojos. Que sea tan afilado y rotundo no impide que respire lirismo, una especie de desesperado lirismo. Jack es un tipo poco aconsejable, autocompasivo y de un comportamiento cabrón hacia quienes lo quieren. Pero por muchas oportunidades que destroce siempre denota predilección por los débiles y es alguien enormemente honesto. Imposible no simpatizar con él.

Maderos es una sucia historia de redención, tan sucia como recomendable. Dejo como colofón uno de sus jugosos diálogos:

"Como ya he dicho, mi padre trabajaba en los trenes. Le encantaban las novelas del Oeste. Siempre llevaba un maltrecho volumen de Zane Grey en su chaqueta. Luego empezó a pasármelas. Mi madre decí­a:

- Le vas a convertir en un mariquita.

Cuando ella no podí­a oí­rle, él susurraba:

- No hagas caso a tu madre. Tiene buena intención. Pero tú sigue leyendo.

-¿Por qué, papá?

No es que tuviera intención de dejarlo, ya estaba enganchado.

- Te dará opciones.

- ¿Qué son opciones?

Aparecí­a en sus ojos una mirada ausente y entonces decí­a:

- Libertad, hijo.
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